lunes, 9 de junio de 2014

EL IMPERIO ROMANO

3.     El Imperio.

La gens Iulia.
Hoy en día existen apellidos de gran renombre como los Alba o los Borbones, sin embargo en la Antigua Roma pertenecer la gens Iulia era lo más de lo más. La gens Iulia era una de las antiguas familias de patricios de Roma, cuyos miembros se decían descendientes del troyano Ascanio, hijo del mismísimo Eneas, el de la guerra de Troya. Pero no contentos con ser familiares del hijo de Eneas, Julio César, quien pertenecía a este linaje, dijo en el discurso fúnebre que realizo tras la muerte de su tía Julia, que la gens Iulia no provenía de Ascanio, sino de la mismísima Venus, ya que Eneas era según la mitología hijo de la Diosa. Así Venus fue la primera Iulia, a la que seguirían personajes como el ya mencionado Julio César, Augusto, Tiberio o Calígula.
¡Tiberio al Tíber!
Un día antes de los idus de marzo del año 37, es decir el día 16, le llegó la hora de la muerte al segundo emperador de Roma, Tiberio con casi 78 años. Como en Roma casi nadie se moría de muerte natural, a este emperador también le toco acabar sus días de un modo cinematográfico. Aun hoy existen dudas si se murió el solo, si lo asfixio un guardia pretoriano o si lo estranguló Calígula, su sucesor.  Dicen las fuentes que Tiberio gobernó con ecuanimidad, imponiendo la libertad de palabra y de pensamiento, restringiendo los lujos innecesarios y mostrando máximo respeto al Senado. Sin embargo las fuentes también cuentan que la plebe de Roma no le soportaban así que Tiberio decidió abandonar la capital y retirarse a la isla de Capri, un sitio cuanto menos acogedor para vivir. Cuando se conoció en Roma la muerte del emperador el pueblo gritaba ¡Tiberio al Tíber!, porque a los romanos no se sabe el por qué, les encantaba la idea de tirar a los emperadores muertos al río.
El incendio de Roma.

Una calurosa noche de verano cerca del Circo Máximo de Roma se declararon dos grandes incendios. Eran dos incendios más de los que se producían de manera habitual en la Ciudad Imperial, pero en aquella madrugada del 19 de julio del año 64 no hubo quién los parara. ¿Pero quién los provocó? Cuenta el historiador Tácito que fue el propio emperador por aquel entonces, el pintoresco Nerón, quien prendió fuego a Roma. Pero, ¿por qué le interesaba a Nerón arrasar su ciudad? Pues para reconstruirla a su gusto, como así hizo. Dicen las malas lenguas que es cierto que tras la remodelación de Nerón, Roma mejoró mucho, pero sobre todo mejoró la casa del emperador, que mandó construirse una villa de recreo de medio millón de metro cuadrados.

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