lunes, 9 de junio de 2014

LA HERENCIA DE LA CULTURA CLÁSICA

3.     El arte griego.

Para quedarse sin Partenón.
La Acrópolis, literalmente “ciudad alta”, de Atenas es uno de los complejos arquitectónicos más famosos del mundo. Sus edificios emblemáticos fueron ordenados edificar por Pericles en el siglo V a.C y en este espacio, tenían lugar buena parte de los ritos religiosos, sacrificios y fiestas que tenían lugar en Atenas.
El edifico principal de la Acrópolis es sin duda el Partenón, un magnifico templo de forma rectangular, policromado en su época, con columnas adosadas en sus paredes y en cuyo interior se encontraba la diosa a la que estaba dedicado el templo: Atenea Partenos. Sin embargo, lo que poca gente sabe es que el Partenón llegó en pie a nuestros días casi por un milagro de la propia Atenea. El Partenón fue una iglesia durante el periodo bizantino, en el siglo XVI cuando los turcos toman Grecia, el Partenón fue utilizado como mezquita y en el 1687 en las luchas entre venecianos y turcos, el Partenón fue polvorín de material de guerra hasta que en un golpe de mortero, hizo que sufriera graves destrozos como el derrumbamiento del techo.



El sacerdote de Apolo.

El Laooconte es un grupo escultórico helenístico de la Escuela de Rodas, realizado en el año 50 d.C. Es una de las escenas más impactantes del arte griego, mostrando un sufrimiento y una impotencia que no había sido captando nunca en la Historia del Arte. Pero, ¿quiénes son ese padre y esos dos jóvenes que luchan contra unas serpientes?

Pues bien, Laooconte era el sacerdote del dios Apolo en la ciudad de Troya, la que del caballo, y tenía dos hijos. Según nos cuenta Virgilio en la Eneida, fue el propio Laocoonte el que alertó a los troyanos de que el caballo de madera que les regalaban los griegos, podría ser una trampa y, que dentro del caballo podía haber tropas griegas. Pero los troyanos, como sucede en todas estas cosas, no le hicieron caso. Así que el sacerdote en solitario, decide lanzar palos en llamas contra el caballo de madera pero, en ese momento dos grandes serpientes emergen de las aguas y devoran junto a sus hijos. Un castigo impuesto por los dioses griegos que veían frutados, por culpa del sacerdote, sus planes de destruir Troya.

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