lunes, 9 de junio de 2014

LA HERENCIA DE LA CULTURA CLÁSICA

2.     La religión romana.

Numa Pompilio.
Numa Pompilio es el segundo de los monarcas legendarios de Roma, que pasó a historia como el monarca que organizó la religión romana. Antes del supuesto reinado del Numa, los romanos no tenían organizados los asuntos religiosos,  no conocían la fecha de cuándo era una determinada festividad, de quién debía honrar a un determinado Dios y quiénes eran los encargados de hacerlo. Así que Numa organizó todas estas cosas: el panteón, el sacerdocio  y el calendario religioso. A partir de entonces todos los romanos sabían cómo mantener contentos a los dioses.
La Pax Deorum.
La “paz de los dioses”, Pax Deorum en latín, es sin duda la idea que da sentido a toda la religión de estado de Roma. Para los romanos era necesaria una armonía entre los hombres y los dioses, sin la cual la misma Roma podía derrumbarse. ¿Pero cuándo se firma esa paz? Pues sí, en los orígenes de la ciudad fundada por Rómulo. El fundador y el primer rey de Roma, firmó con Zeus y compañía un acuerdo por el cual los dioses eran favorables a Roma, principalmente otorgándole favoreces en las guerras y, por su parte, los romanos  debían venerar casi a diario a los dioses, dándoles ofrendas y dedicándoles festividades. Por tanto a lo largo de su historia, cuando Roma sufría alguna calamidad, rápidamente era entendida como una ruptura de esa pax deorum y había que buscar la manera de volver a contentar a los seres superiores.


El primer día de la madre.
Hoy en día, el día de la madre es el primer domingo de  Mayo pero en la Antigua Roma, una fiesta muy similar era celebrada el 1 de marzo. Era la fiesta de la Matronalia y dicen las fuentes, que era una de las festividades más antiguas celebradas en la ciudad.

En el día señalado por la mañana, las mujeres eran honradas por sus esposos, hijos, parientes y amigos, recibiendo numerosos regalos, como flores o incluso joyas entre las familias más adineradas. Sin embargo no era oro todo lo que relucía, ya que debían ser esas mismas mujeres las que sirviesen la comida a todos los miembros de la casa, incluyendo a los esclavos. Por la tarde, todas las mujeres, siempre ciudadanas, iban a unirse al templo de la diosa femenina Iuno Licina, para honrarla y entregarle ofrendas.

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